Fragmento 59 - Polis: Capítulo 1 | 10

Aetos le dió las gracias al mensajero y tomó su espada del suelo, aseguró la silla de montar y se agarró de las plumas que rodeaban el cuello de su bestia. Luego, de un salto se montó sobre su lomo y sin necesidad de dar ninguna orden, la criatura alada extendió sus alas y se impulsó con sus patas traseras para levantar el vuelo. Aunque parecía que estuviera subiendo casi en ángulo recto hacia el castillo invertido, la sensación gravitacional comenzaba a cambiar y cuanto más se acercaba al palacio del rey, más daba la impresión de que iba descendiendo. Antes de llegar nuevamente al suelo vio que se acercaba uno de esos olbaros montado por Akange, quien era otro de los guardias personales del rey y el primer capitán al mando del ejército de Celesthea.

Historias de Terran por S. Arias

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